Ese día parecía ser como todos,
hasta que se acerco a la ventana, por primera vez supo quien eran sus vecinos.
No podía dejar de observar a los hijos, sus pasos eran mecánicos, los
relacionaba con aliens o vampiros. Jamás estaban lejos el uno del otro. Él pequeño tenía la cara más seria que la de
su hermano mayor. Contrariamente sus
padres tenían caras dulces, parecían ser amables y positivos, sus actitudes
eran incluso la de unos padres de ensueño. Era increíble ver como ignoraban la apariencia
tan contrastante de sus hijos, algo raro pasaba con ellos, pensaba mientras los
observaba. Una especie de curiosidad y temor fue lo que le hizo estar parado en
esa ventana por más de 5 horas. En ocasiones salía corriendo al baño, trataba
de ser muy rápido para no perderse nada de la extraña función, hasta que su
madre apareció y lo llamo a cenar. Mientras cenaba observaba a su hermana mayor
y pensaba como jamás pasaba un solo minuto con ella. El era para todos el niño
consentido de la casa “el pequeño”. Al terminar de cenar se lavo los dientes,
estaba cansado, pero decidió hacer su último espionaje. El acercamiento de las
casas facilitaba su tarea, no veía a
ninguno de los vecinos cuando
repentinamente los cuerpos de los dos niños aparecieron en escena volteando de
manera rápida a verlo con una mirada fría que enjuiciaba su acto. El sudor en
sus manos broto a manera de ríos, el temblor en su cuerpo se hizo cada vez más
intenso, instintivamente jalo la cortina.
Su respiración era agitada, corrió a su cama y tapo todo su cuerpo hasta
la cabeza con la sabana. Esa noche no pudo dormir, no dejo de pensar en lo que
había visto.
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